Los amores confiados, de Luisgé Martín.


Dice Luisgé Martín de esta novela que, aunque en ella se cuentan historias truculentas de celos, la novela en realidad trata de los estragos que hace el amor en el rumbo de la vida… Bueno, vale, pero decir esto es como decir nada; una obviedad como otra cualquiera. Y es que me parece que a Luisgé no le gusta demasiado hablar de la verdad que hay en sus libros.

Los amores confiados es un libro menor en comparación con La mujer de sombra. Escrita en un tono que casi me atrevo a llamar “costumbrista”, el autor va cambiando el argumento cada vez que considera oportuno –rompiendo las más elementales reglas de la verosimilitud- con el propósito de construir una trama poliédrica que sostenga sus agudas reflexiones, que son lo que verdaderamente le importa.
A mí también son lo que más me importa.

Es verdad que toda la amalgama de historias y reflexiones variadas de la novela parecen a veces traídas por los pelos y que la estructura de la novela está varias veces a punto de desmoronarse. Sin embargo, en la tercera parte de la novela, empezamos a ver el hilo que conecta el título con el meollo emocional de la trama.
¿Cuándo nos enamoramos, confiamos? ¿En qué consiste esa confianza? ¿No será que esa confianza se sustenta en lo que creemos que el otro ama de nosotros y el modo en que lo hace? El protagonista dice que no mató a su amante porque lo engañara –es decir, porque destruyera su confianza- sino porque ese falso amor le hizo sentir emociones que daba por imposibles a esas alturas de su vida. No la mató porque no lo amara, sino porque la falsa imagen sobre la que había reconstruido su vida se desmoronaba y con ello su identidad se destruia.
No es la única novela que trata este tema. Azul, de Rosa Regás, o El túnel, de Sábato, versan sobre los espejismos que sustentan los enamoramientos, sobre la desolación de la quimera, esas quimeras que tanta nostalgia le producen a Luisgé Martín.

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